Maria Antonia Montas Rodriguez

Cerca al mediodía del Martes 29 de Junio, María Antonia Montás Rodríguez, conocida por todos como Toña, abrió sus alas y voló al cielo. Toña nació en la República Dominicana el 31 de Diciembre de 1944, nació en un día de celebración y así vivió su vida, llena de risas, celebraciones y júbilo. Para eso de los 1960’s conoció a un joven que manejaba y atendía el colmadito local, que tras muchos intentos, la convenció a unirse a su aventura de dejar su país y emigrar a la isla vecina, la isla del encanto. Llegaron a Puerto Rico y formaron una familia. Junto a sus cuatro hijos, Eddie, Henry, Ivi y Gini vivieron en Levittown, allí en el medio de la “Dr. Tomás Prieto” vivieron rodeados de gente querida, vecinos con los que cerraban la calle en Navidad y hacían fiestas de la calle completa, una terraza en la que llegaban amigos y familiares a comer sancocho, jueyes o cualquier invento de la cocina de Toña. ¡El 31 de Diciembre se celebraba con bombos y platillos! Había que esperar el fin de las doce campanadas para Toña cantarle por su cumpleaños, nunca antes, aunque su cumpleaños fuera el 31 y no el primero de Enero… La risa de Toña era legendaria, se reía alto, con gusto y contagiaba a todos con ella. Toña gustaba hacer bromas y momentos de complicidad para hacer reír a quien estaba a su lado. Fue mujer creyente y de fé, que en su determinado momento, entendió el mensaje de amor y fé que Jesús le envió y le aceptó. Le encantaba bailar, cocinar, hacer bizcochos, viajar (“pero no ir a museos a ver cosas viejas”, decía) pero principalmente estar con su familia. Toña andaba con sus hijos y Herminio a todas partes, decía que adonde sus hijos no podían ir, ella no iba. Periódicamente Toña volvi a Santo Domingo, a visitar la familia, bailar su merenguito y celebrar lo lindo y lo bueno que fue Dios con su vida. De Levittown se mudaron a Luquillo, donde el mar arrulló sus sueños y el Yunque le acurrucaba con su brisa lluviosa, fresca. Allí en Luquillo, en su esquinita, ella se sentaba en su terraza y disfrutaba de los frutos de los años de trabajo y sacrificio que ella y Herminio habían hecho, descansando “bajo un palmar”. Los últimos años, Toña pasaba sus tiempos entre su Puerto Rico querido y Texas, donde poco a poco llegaron todos sus hijos. Todo el que la conoció tiene “historias y cuentos” con Toña y a todos nos encanta escucharlas. Siempre terminamos en risas, y así queremos recordarla. Su esposo, Herminio Peralta Peña; sus hijos, Carlos y Lourdes, Henry, Ivette y José, Ginette y Joel; sus nietos, Janismarie, Christian, Luis, Gabriel, Tommy, Lucas y Samantha; sus bisnietos, Yaniel, Alissa, Jailianis y Ailianis y demás familiares les agradecen el amor y cariño que siempre le brindaron a Toña y los abrazos y mensajes de aliento en este momento.

En lugar de flores, la familia ha solicitado donaciones para ser hechas a la Asociación de Alzheimer, La Asociación Americana del Corazón, o la Sociedad de La Demencia de América.

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